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Como un relámpago en el instante de peligro

Publicado: junio 12, 2015 en Teatro
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Diario de Moscú de Walter Benjamin, en el teatro

Crédito: Prensa CSM / Sandra Cartasso

Crédito: Prensa CSM / Sandra Cartasso

Por Joaquín

Por primera vez llevada al teatro, Diario de Moscú narra las vicisitudes de Walter Benjamin en su visita a Moscú en el año 1926-1927, estimulado por la primera década de la gran revolución de octubre y por el reencuentro con la actriz letona Asja Lacis.

Un texto que, tal como la obra entera de Benjamin, imprime a la individualidad los aspectos más generales del momento histórico (el latiguillo recurrente entre los dos es decir, en el instante previo al beso, que “está Moscú” y no están solos), a la vez que poética y filosóficamente dota a sus reflexiones de verdaderos apuntes de viaje que van y vienen en “fragmentos totalizadores” o, como dice Benjamin en otro de sus textos, “el ser no se satisface en los fenómenos si no absorbe también toda su historia” (El origen del drama barroco alemán, 1925). Es el desgarramiento del sujeto entre la amplitud del colectivo histórico y la necesidad de totalizar el propio ser con el dolor del amor perdido y el dolor por la revolución traicionada.
Damián Dreizik (Los Melli, Rapado, Pájaros volando) y Alfredo Allende adaptan la obra de Walter Benjamin sobre su estancia en Moscú. Dreizik comenta en una entrevista que, en un gesto típicamente benjaminiano, se topó con el libro ordenando la biblioteca de su padre (Clarín, 16/5).

La puesta, en el Centro Cultural San Martín, es un respiro en la programación habitual de la cartelera en Buenos Aires. Un montaje de tres o cuatro sitios iluminados bajo una luna enorme (iluminación de Lucía Feijoó), más una pantalla que reproduce escenas de Vertov y Einsestein, aplicando lo multimedial en el lenguaje vivo, y Marcelo Katz tocando el piano en directo, dan a la obra –literariamente en formato de diario- una comprensión y compresión que cristaliza todas las contradicciones de una época.

Junto a Dreizik como Benjamin, completan Ramiro Agüero (destacado joven actor quien supo actuar, por ejemplo, en Los Simuladores) como Bernhard Reich y Anita Gutiérrez en el papel del amor de Benjamin. Ellos interpretan a los tres personajes que, luego de haberse conocido en Capri y tras la huida de Benjamin, según palabras de la propia Asja, tendrán una relación conflictuada en Moscú.

La sencillez de la escenografía –fundamentalmente en la pensión y en el sitio que representa Port Bou, allí donde Benjamin se suicidó (o no, la obra se mantiene ambigua en la hipótesis del suicidio)- fundamenta todo un dramatismo que introduce interesantes paralelos entre el amor frustrado de Benjamin y la incapacidad del berlinés en comprender con total justeza los sucesos revolucionarios. Hay momentos extremadamente impactantes como la censura a Trotsky que debía hablar en el Comité, del cual Benjamin se entera a través de Bernhard, o la despedida de Lacis a Walter, narrada por ella a través de una interpelación directa al público.

1940 fue el año de la muerte de Trotsky y también de Benjamin, uno en manos de la burocracia estalinista y otro por una conjunción de fuerzas franquistas y fascistas que no le permitieron ir a España y de ahí hacia América (tal como era su plan). Hay quien tiene el gusto simplista de hacer una comparación entre ambos –y vaya si hay elementos, fundamentalmente la crítica a los partidos socialdemócratas alemanes que no supieron advertir la necesidad de luchar contra el nazismo, en una suerte de concepción vulgar de “progreso ilimitado”, como dice Walter Benjamin, o en 1937 cuando escribió contra el Frente Popular Francés.

De todos modos, como indica el estudioso Terry Eagleton: “… hay un aspecto en el que sería degradante para la memoria de Trotsky si lleváramos más allá el paralelismo, pues Trotsky fue uno de los dos mayores revolucionarios del siglo XX (…) una plena equiparación entre Benjamin y el arquitecto del Ejército Rojo y la IV internacional tendrá el aire de error de categoría” (Walter Benjamin, 1981).

Lo cierto es que Diario de Moscú, haciendo abuso de la paráfrasis, concentra como una “mónada” toda la constelación “saturada de tensiones”, y es deber del materialista histórico arrancar su significación y devolverla redimida para hacer justicia a los oprimidos del pasado, como fue Walter Benjamin.